Hace ya unos 18 años cuando comencé a laborar en una empresa multinacional me encontré con una serie de prácticas para las cuales no estaba acostumbrado; una de ellas era definir metas para el año y la otra era enfrentarme a evaluaciones por desempeño.
Nunca antes había tenido que definir metas anuales y mucho menos pensar en metas u objetivos para el mes; no era algo que viera en mi familia y ciertamente nunca tuve una clase en mis estudios que tan siquiera me hablara al respecto…
En fin, me tocó adaptarme y aceptarlo aunque debo reconocer que tardé mucho tiempo para comprender por qué era importante que definiera metas; peor aún, por muchos años definía metas pero no lograba alcanzarlas y por supuesto luego me cuestionaba a mi mismo…¿para qué definir metas si nunca las logro?
En aquel entonces recibía directrices y hasta algunos “tips” y/o herramientas para definir metas pero hacía falta algo y me tomó algunos años poder descifrar qué era ese algo.
En las empresas se habla mucho de visión y se habla mucho de planes estratégicos; se habla de metas S.M.A.R.T. y se habla de seguimientos; todo ello acompañado de evaluaciones de desempeño que básicamente lo que hacen es comparar tus resultados en función de dichas metas versus los resultados de muchas otras personas en torno a sus metas y a las expectativas de la organización. No digo que todo eso esté mal pero mi intuición al principio y luego mi experiencia como gerente me enseñó que siempre hizo falta algo para “completar la ecuación”; la forma fácil de darse cuenta era preguntando: ¿por qué tantas personas fallan en lograr sus metas?; ¿por qué tantos definen objetivos (o se los asignan directamente) y no logran alcanzarlos?
A nivel personal no pasa diferente; se dice que en promedio las personas hacen las mismas resoluciones de año nuevo diez veces consecutivas sin tener éxito… e incluso se dice que para la tercer semana de enero ya la mayoría de las resoluciones de año nuevo se han roto. ¿Le ha pasado a usted? – a mí ciertamente me pasó muchas veces!
Volviendo al “eslabón perdido” de la ecuación para resolver ¿por qué la mayoría no logra sus metas? he llegado a la conclusión de que hay dos componentes muy importantes que normalmente no se toman en cuenta para definir metas u objetivos.
El primero de ellos es: Sus Creencias Limitantes.
Si, todos tenemos estas creencias limitantes o paradigmas que si no los confrontamos nos ponen un techo “ficticio” pero que parece muy real el cual nos dice hasta donde somos capaces de llegar. En las empresas te asignan metas por alcanzar en el año y te piden desarrollar una estrategia para lograrlas; sin embargo, ¿cuántas veces se ha brindado algún recurso que te permita confrontar tus creencias?; es más, ¿cuántas veces los gerentes se toman el tiempo de validar si sus colaboradores realmente creen posible lograr dichas metas?
En mis tiempos de gerente, en incontables ocasiones escuché a colegas gerentes decir: “vamos a implementarlas pero dudo mucho que las logremos“. ¿Alguna vez has escuchado a alguien decir algo similar?
En el plano personal pasa similar; las resoluciones de año nuevo inevitablemente surgen al finalizar el año; entonces llega la nostalgia de lo acontecido en el año que termina ya la realización de que muchos “sueños” (si es que les podemos llamar así) no se lograron… entonces vienen los nuevos propósitos…y otra vez llega la meta de “bajar de peso” o “cambiar de trabajo” o “cambiar el auto” o _______________ (rellene usted el espacio); el caso es, ¿cuántas veces te has sentado a analizar tus paradigmas?; ¿eres consciente de los hábitos que te han llevado a sabotear tus objetivos?, ¿tienes idea de por qué mantienes esos hábitos?. Estas son las Creencias o Barreras Limitantes que no te dejan avanzar y mucho menos obtener lo que te propones. A mi me pasaba de esa manera también; porque al no ser consciente, continuaba repitiendo cada año los mismos errores.
El segundo es: La falta de un “por qué”.
Definir qué queremos lograr o conseguir es relativamente sencillo (por eso dicen que soñar es gratis) pero, si a esos sueños o anhelos no le sumamos una razón profunda de por qué o para qué deseo alcanzarlos; entonces no lograremos la suficiente motivación para perseverar lo suficiente. En las empresas es igual; muchas veces se “informa” lo que hay que cambiar o lograr pero se falla mucho en el proceso de asegurar que todos comprenden por qué es importante ese cambio o esa meta.
Cuando las personas tienen claro el por qué, entonces es más fácil lograr el compromiso necesario; el compromiso para no renunciar a mi resolución de año nuevo; el compromiso para perseverar y volver a intentarlo aunque haya fallado en diversos intentos; el compromiso para madrugar para hacer ejercicios; el compromiso para trabajar horas adicionales incluso sin pago.
Cuando sucedió la gran tragedia de las Torres Gemelas en New York, hubo una empresa que tenía sus instalaciones en uno de esos edificios y ésta quedó en quiebra…perdieron archivos importantes, datos de clientes y su capital y por supuesto lo más lamentable, la vida de muchos de sus colaboradores; sin embargo, todos los colaboradores que quedaron con vida se unieron junto al CEO y decidieron volver a levantar la empresa con el acuerdo de que iban a utilizar las ganancias para ayudar a las familias que habían perdido a sus compañeros…y lo lograron. Ellos encontraron un “por qué” que valía todo esfuerzo de trabajo sin paga y al tenerlo, lograron alcanzar sus metas.
No puedo omitir enfatizar que sin metas ni planes, NO es posible alcanzar nuestros sueños u objetivos organizacionales; por eso es preciso definir metas y planes para lograrlos pero te invito a analizar cuáles son tus paradigmas y cuáles son tus “por qué” para cada una de tus metas. Estoy seguro que esto te ayudará a dejar de ser parte de las estadísticas y esta vez poder cerrar el 2016 satisfecho con las metas logradas.
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