En las empresas y en todo proyecto hay miembros que tienen posiciones de mucho impacto y mucha visibilidad y no es de extrañarse que terminen siendo posiciones muy destacadas, deseadas por muchos y en ocasiones hasta “consentidas” por los jefes con tal de mantener “a sus estrellas” contentas y productivas; no es que del todo esto esté mal pero si no se presta atención ni se valora lo suficiente a todos los demás miembros del equipo, inevitablemente terminará siendo un problema que muy pocos jefes quieren afrontar.
Si un entrenador o coach (o en su defecto un líder) no sabe apreciar y reconocer el valor de aquellos que están en la banca (lo que sí hacía mi entrenador afortunadamente), lo más probable es que ellos pronto se desilusionen, dejen de preocuparse por dar lo mejor de sí y eventualmente busquen otro equipo donde tengan más posibilidades de ser titulares.
El problema aquí no es tanto el deseo de ser titular; sino la falta de sentido de reconocimiento y apreciación por ser parte de un equipo y por estar listos para que cuando llegue el momento adecuado puedas perfectamente salvar el partido. Si un entrenador no hace bien su trabajo y sólo presta atención y reconoce a los 11 titulares entonces no se ha ganado aún el título de un líder; lo mismo sucede con un jefe que no valora y reconoce a todos los miembros de su equipo.
Cuenta la historia que en el tiempo de la Segunda Guerra Mundial, cuando Gran Bretaña estaba sufriendo los ataques de Hitler, Winston Churchill tuvo que lidiar con algo más que la guerra. Durante esos días los hombres que trabajaban en las minas de carbón estaban decididos a no volver a esos agotadores y sucios trabajos y querían unirse a las Fuerzas Armadas donde claramente tendrían más apoyo y reconocimiento público.
Esto por supuesto era un gran problema para el país puesto que sin el carbón, los soldados y las personas en sus casas tendrían serias dificultades; definitivamente, esta situación era determinante para el éxito en la guerra.
Un buen día, Winston Churchill decidió confrontar a los mineros de carbón y les hizo ver la importancia que tenía su trabajo para lograr el éxito en la guerra. Les hizo ver cómo aunque sus trabajos parecían ser menos visibles que el de aquellos soldados que salían cada día a poner su vida en peligro; lo cierto era que sin ellos toda Inglaterra podría estar destinada a perder la guerra y su libertad.
Se dice que de estos hombres duros brotaron lágrimas tras escuchar a Winston y regresaron a la oscuridad de sus minas con la resolución firme de hacer su aporte para mantener la libertad de su país.
¿Qué habría pasado si su líder no les hubiera reconocido el valor de su trabajo y esfuerzo y si no les hubiesen dado el sentido de pertenencia y aporte que tenían? Posiblemente la historia de Hitler y Gran Bretaña sería otra!
Establecer un equipo es mucho más que poner a un grupo de personas a realizar un trabajo; para que un equipo sea exitoso se requiere que todos comprendan que son como el lema de los mosqueteros: “Todos para uno y uno para todos”. Es preciso que todos comprendan que desde donde se encuentran su aporte es importante y valorado; que comprendan que son parte importante de un todo.
¿Qué harían los titulares de un equipo sin sus compañeros de entrenamiento?, ¿Qué haría el coach del equipo sin un suplente que esté listo y preparado para reemplazar a cualquiera de sus titulares?, ¿Qué haría un Gerente General con un gran equipo de Ventas pero sin personal que le controle los inventarios?, ¿Qué haría el Director de un hospital o clínica con un gran equipo de médicos pero con las instalaciones sucias por falta de una persona o equipo de limpieza?
Todos son importantes para el éxito de cualquier empresa o proyecto; ojalá que como líderes decidamos ser como Winston Churchill y sepamos valorar a todos por igual e inspirar a todos a comprender que lo que hacen es función crítica como parte de un todo.
“…y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos,
a éstos vestimos más dignamente”
1 Corintios 12,23